Ríos

>> domingo, 5 de mayo de 2013

Miré abajo, sobre la quebrada y descendí. Entré en lo profundo del río, la corriente no era lo suficiente fuerte como para arrancar mis pies. Me adentré y cuando yacía en el núcleo, repose. Entonces la corriente de mi ser poco a poco se hizo una con la del río. Entonces ese oro tierno del agua comenzó a distorsionar la imagen frente a mí.
En el acantilado estaba, mirando frente al mar y con pobreza de pensamientos. Era un momento en que no quería que pasase algo, perfecto para que ocurriera cualquier cosa. De repente, se acercó esa figura que conocía, una sombra cuyo calor no disfrutaba en mucho tiempo. No pude mirarla entonces, porque mis ojos no alcanzaban su rostro, pero cuando oí su voz, no me hizo falta ver. Aquella sombra cuya existencia había dependido de otro sol, cambio de astro, y yo de otra galaxia. Cuando pude notar, aquella sombra estaba acompañada pero estaban tan juntas que parecían una, ambas me brindaron un calor vibrante y las supe comprender.
Nunca pude entenderlo de lejos hasta que amé la verdad, pues no podría explicarla. Era una felicidad que me llenó mucho más me que antes, cuando mi egoísmo me condujo a la tristeza, un hoyo húmedo y helado. Lentamente se unieron a mi sombra y formaron parte de mi. El gozo rebozaba y pude ver el mismo oro postrado en el mar, apagándose lentamente bajo el sol, tan hirviente que podía sentirlo allí tan lejos.
Pero, desesperado, comencé a ahogarme. Miré a todos lados en el oscuro azul, mis pies saltaron del suelo y empecé a flotar en un remolino furioso que no me dejaba escoger dirección alguna. En mi desesperación sacudí mi cuerpo tratando de salir. Sobre mi cabeza estaba la luz, con una sonrisa nerviosa. Rebote sobre un cuerpo y salí bruscamente de la corriente. El aire recorrió mi cuerpo con dificultad. Mi ojos volvieron a recobrar la luz, pero estaba en la quebrada nuevamente sólo con mi sombra, tan oscura como aquél río infinito que llegaba a pueblos distantes y más. Mi mente seguía enturbiada como el remolino. Quise llorar pero las aves comenzaron a cantar, así que me di un baño en el río y partí una vez más.

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