Marcas
>> viernes, 20 de enero de 2012
El soldado abatido se acuesta en lo más próximo, para restaurar el aliento, al fin y al cabo yo todo ha pasado. La vista aún queda nublosa por el humo, resago de su batalla, y su cabeza comienza a detenerse. Contar el tiempo, es tomar cada recuerdo y ocuparlo en una casilla de su mente.
Inevitablemente ocurre, y es ahí cuando comienza a notar aquellos únicos recuerdos de tal experiencia. Es ahí cuando comienza a doler las cicatrices, las marcas más importantes de su vida, aquellas marcas que nunca serán borradas del mundo ni de su mente.
Y derrama una lagrima por todos esos innumerables sucesos; innumerables lagrimas, incontable es su dolor. Cuando el medio no pudo justificar tus bienes es todo lo que puedes hacer. Lagrimas irreparables que no podrán salvar tu mundo; lagrimas que solo ayudan a enterrar tus más terribles momentos pero junto a parte de tu mismo ser, tu felicidad, una felicidad que solo fue de ayer.
Los soldados se levantan siempre para seguir luchando. No miran hacia atrás, no dudan ni sonrien. Cumplen siempre su objetivo y salen triunfantes. Ni villanos ni heroes, solo piezas, piezas en un tablero con un final que puedes ver.
No existen los soldados, solo gente que cree serlo.